"Necesitamos más voces, más narrativas. Apuestas en lo audiovisual. Historias que nos conecten.
"La habitación estaba en silencio, pero mi cabeza gritaba preguntas"
Me detuve frente al espejo, inmóvil y desnuda. La habitación estaba en silencio, pero mi cabeza gritaba preguntas. Tenía 52 años, y mi cuerpo, ese que durante tanto tiempo había sentido como mío, ahora me parecía el de una desconocida. Lo que antes era firme ahora tenía líneas que contaban historias: risas, lágrimas, abrazos, noches de insomnio. Mi piel se había convertido en un mapa, un diario escrito en carne y arrugas.
Al principio, traté de buscar a la mujer que era, como si todavía estuviera ahí, bajo capas de cambios. Pero lo que encontré fue otra cosa. Cada reflejo me devolvía recuerdos, pero también una nueva realidad: ya no era la misma, y eso me descolocaba.
Al principio, traté de buscar a la mujer que era, como si todavía estuviera ahí, bajo capas de cambios. Pero lo que encontré fue otra cosa. Cada reflejo me devolvía recuerdos, pero también una nueva realidad: ya no era la misma, y eso me descolocaba.
La menopausia llegó como un tsunami
No hubo aviso, no hubo tregua. Mi cuerpo dejó de reaccionar como siempre. Me levantaba por las mañanas como si hubiera corrido un maratón. Dolores en lugares que nunca antes había sentido, un cansancio inexplicable, como si mi energía se hubiera fugado mientras dormía. Durante mucho tiempo pensé que algo andaba terriblemente mal. Hice análisis tras análisis buscando respuestas, pero al final, fue leyendo artículos y buscando información por mi cuenta donde encontré lo que ningún médico había abordado conmigo en profundidad: la menopausia. Aunque ser consciente de esto fue un alivio porque por fin entendía lo que me pasaba, también abrió nuevas preguntas.
No es que los médicos no sepan qué es la menopausia, sino que muchas veces no le dan la importancia que tiene para nosotras. Se percibe como algo natural, un proceso más del cuerpo femenino, pero para quienes lo vivimos, puede significar un antes y un después. Esa brecha entre lo que se sabe y lo que sentimos las mujeres deja un vacío enorme, que podría llenarse con más empatía y un enfoque que contemple nuestras realidades diarias.
Mientras buscaba respuestas, la montaña rusa emocional no se detenía. Irritabilidad, tristeza, alegría repentina, ansiedad… Un caos que desgastaba tanto como los síntomas físicos. Y luego estaban los olvidos, esos que te dejan una sensación de vulnerabilidad difícil de explicar: desde no recordar dónde dejaste la taza de té hasta olvidar por completo una conversación importante. Como si fuera poco, mi termostato interno estaba fuera de control. Yo en manga corta mientras los demás llevaban bufandas y guantes, mirándome como si viniera del polo norte.
Mientras buscaba respuestas, la montaña rusa emocional no se detenía. Irritabilidad, tristeza, alegría repentina, ansiedad… Un caos que desgastaba tanto como los síntomas físicos. Y luego estaban los olvidos, esos que te dejan una sensación de vulnerabilidad difícil de explicar: desde no recordar dónde dejaste la taza de té hasta olvidar por completo una conversación importante. Como si fuera poco, mi termostato interno estaba fuera de control. Yo en manga corta mientras los demás llevaban bufandas y guantes, mirándome como si viniera del polo norte.
Todo eso me hacía sentir cada vez más invisible. Frágil. Como si mi cuerpo me estuviera traicionando. Había días en los que quería recuperar la vitalidad de antes, pero otros simplemente no tenía fuerzas ni ganas de seguir intentándolo. La acumulación de grasa en el abdomen, a pesar de comer sano y hacer ejercicio, era una batalla constante y desalentadora. Pero lo peor no era lo físico; lo más doloroso era sentirme desconectada de mi propia piel. Querer disfrutar de mi cuerpo y que este, de alguna manera, me ignorara.
Y entonces decidí que no quería seguir así. Si mi cuerpo me pedía cambios, se los iba a dar. Lo cambié todo, mi alimentación y hasta me comprometí con el ejercicio de fuerza, aunque al principio no tuviera ganas. También busqué las formas de reducir el estrés, desde meditar hasta simplemente dedicarme tiempo. No fue fácil. No fue un cambio mágico ni inmediato, y hubo días en los que parecía que nada avanzaba. Pero, poco a poco, comencé a sentir algo distinto: Mi cuerpo y yo dejamos de pelear y comenzamos a caminar en la misma dirección.
Cambié hábitos que me pesaban por decisiones que sumaban
Hoy vuelvo al espejo. Estoy desnuda, como aquel primer día, pero esta vez me encuentro con una mujer que tomó las riendas de su vida. No fue fácil, pero entendí que si mi cuerpo cambiaba, mi mentalidad también debía hacerlo.
Descubrí que no se trata de luchar contra lo inevitable, sino de trabajar con ello. Aprendí a hacer de la fuerza mi aliada, tanto dentro como fuera del gimnasio. Cambié hábitos que me pesaban por decisiones que sumaban: alimentación consciente, movimiento constante, pausas necesarias. Dejé de correr detrás de lo que era y empecé a construir lo que quiero ser.
Descubrí que no se trata de luchar contra lo inevitable, sino de trabajar con ello. Aprendí a hacer de la fuerza mi aliada, tanto dentro como fuera del gimnasio. Cambié hábitos que me pesaban por decisiones que sumaban: alimentación consciente, movimiento constante, pausas necesarias. Dejé de correr detrás de lo que era y empecé a construir lo que quiero ser.
Hoy sé que no hay fórmulas mágicas, pero sí herramientas que funcionan. Alimentarte bien, moverte con propósito, aprender a parar, soltar lo que no te sirve y recoger lo que te hace bien. Esas pequeñas decisiones diarias son las que marcan la diferencia.
Frente al espejo, no veo a alguien que perdió una batalla; veo a una mujer que eligió enfrentarse al cambio y transformarlo en su motor. No soy la misma que antes, y me alegra. Soy más fuerte, más segura y más real. Y con eso, estoy lista para todo.
Frente al espejo, no veo a alguien que perdió una batalla; veo a una mujer que eligió enfrentarse al cambio y transformarlo en su motor. No soy la misma que antes, y me alegra. Soy más fuerte, más segura y más real. Y con eso, estoy lista para todo.
Soy más fuerte, más segura y más real
A por más