
Nos han hecho creer que la felicidad está en los grandes titulares de la vida: logros épicos, planes infalibles y cambios que lo revolucionan todo. Pero la verdad es otra. Lo que realmente marca la diferencia son esas pequeñas cosas que pasan desapercibidas, pero tienen el poder de cambiarlo todo. Un café en el momento exacto, una imagen que te transporta a otro lugar, el silencio justo cuando lo necesitas. O sí, un abrazo.
Marian Rojas Estapé lo tiene claro: un abrazo bien dado –de esos que duran más de 20 segundos– no es solo un gesto. Es química pura. Libera oxitocina, baja el estrés y nos da esa sensación de calma que tanto necesitamos.