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Nos han hecho creer que la felicidad está en los grandes titulares de la vida: logros épicos, planes infalibles y cambios que lo revolucionan todo. Pero la verdad es otra. Lo que realmente marca la diferencia son esas pequeñas cosas que pasan desapercibidas, pero tienen el poder de cambiarlo todo. Un café en el momento exacto, una imagen que te transporta a otro lugar, el silencio justo cuando lo necesitas. O sí, un abrazo.
Marian Rojas Estapé lo tiene claro: un abrazo bien dado –de esos que duran más de 20 segundos– no es solo un gesto. Es química pura. Libera oxitocina, baja el estrés y nos da esa sensación de calma que tanto necesitamos.
Como hemos dicho, los glimmers no son algo que tengas que buscar en otro lugar, están en lo cotidiano, en lo que ignoras mientras vas con el piloto automático, saltando de una cosa a otra, tachando pendientes sin parar. Necesitas aprender a detectar lo que realmente te hace sentir bien. Y sí, es más fácil de lo que crees. Empieza por aquí:
No hace falta mudarte ni hacer nada extremo. Cambia de cafetería, toma otra ruta, escucha algo diferente. Sal de la repetición y verás cómo las cosas empiezan a destacar por sí solas.
Frena un poco, observa, quédate con los detalles.
Deja el móvil, sal a la calle sin distracciones. Lo que necesitas no está en la pantalla, está pasando frente a ti.
Un buen café, un rato sin prisas, un descanso sin culpa. No hace falta mucho más para empezar a notar esos pequeños momentos que cambian el juego.
Si tu día está a reventar, no hay margen para que pase nada nuevo. Saca lo que sobra, baja la velocidad y deja sitio para lo que sí importa.
Cuanto más lo practiques, más fácil será detectarlos antes de que se esfumen. Haz la prueba, porque cuando empiezas a verlo, es imposible ignorarlo. Y sí, al final, son esos pequeños destellos los que hacen que todo tenga sentido.
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