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Alimentos antinflamatorios que toda mujer en menopausia debería conocer

Muchas mujeres describen la menopausia como una etapa de “hinchazóninesperada: se acumula grasa abdominal, aparecen molestias articulares y el cuerpo parece más “reactivo”.

Aumentan señales inflamatorias en el organismo y cambia la forma en que metabolizamos grasas y azúcares.

La buena noticia: la alimentación —junto a otros hábitos— puede amortiguar ese fuego de bajo grado y devolverte equilibrio.

¿Cómo? Te lo explicamos.

Durante la menopausia, al bajar los niveles de estrógenos, el cuerpo pierde parte de su “escudo” natural contra la inflamación. Esto puede hacer que se activen ciertas moléculas inflamatorias y que aumente la grasa abdominal, que también alimenta ese proceso.

Todo esto explica por qué muchas mujeres se sienten más hinchadas o notan cambios en su metabolismo y en su energía: el cuerpo está atravesando un pequeño desequilibrio interno que, si no se cuida, puede favorecer problemas cardiovasculares o metabólicos a largo plazo. Siempre te lo decimos, la prevención es la base de todo.

Tus aliados desinflamatorios

(y cómo ponerlos a trabajar)

Sardinas, caballa, salmón, boquerones o arenques aportan EPA y DHA, ácidos grasos que modulan vías inflamatorias. Las guías cardiovasculares recomiendan 2 raciones semanales de pescado —priorizando el graso— como parte de un patrón cardioprotector. Traducción práctica: dos platos por semana ya cuentan (3–4 onzas cocidas cada uno).

Cómo potenciarlo: acompáñalo con verduras y AOVE para sumar polifenoles y mejorar la absorción de vitaminas liposolubles.
El AOVE ofrece ácido oleico y polifenoles (como hidroxitirosol y oleocantal) con actividad antiinflamatoria. Integrarlo como grasa principal de aliño y cocción suave es una de las señas del patrón mediterráneo asociado con menor inflamación sistémica.

Cómo potenciarlo: úsalo en crudo sobre verduras, legumbres y cereales integrales; también en salteados cortos.
Arándanos, frambuesas, moras, granada o uvas oscuras son ricas en antocianinas, unos compuestos naturales con efecto antioxidante y antiinflamatorio. En distintos estudios se ha visto que pueden ayudar a reducir marcadores de inflamación en el organismo. Intenta incluir al menos una ración al día.

Cómo potenciarlo: combínalos con yogur natural o kéfir para sumar fermentados y con unas nueces para añadir grasas saludables.
Brócoli, coliflor, coles de Bruselas, rúcula o kale aportan sulforafano e indoles con acción antioxidante y moduladora de vías inflamatorias. Para maximizar el sulforafano: cocina al vapor breve y, si cueces más, añade una pizca de mostaza en polvo (aporta mirosinasa y puede multiplicar la biodisponibilidad del sulforafano tras el cocinado).

Cómo potenciarlo: salteado corto con AOVE y hierbas; o en cremas templadas con cúrcuma.
Garbanzos, lentejas, alubias y derivados de soja mínimamente procesados (tofu, edamame, tempeh) aportan fibra y polifenoles que apoyan al microbioma y pueden ayudar a bajar la inflamación de bajo grado. Los efectos sobre biomarcadores no son uniformes en todos los estudios, pero la tendencia global es favorable, especialmente dentro de patrones saludables.

Cómo potenciarlo: combínalas con verduras y AOVE; añade cítricos o perejil al final para frescor y micronutrientes.
Avena, pan 100 % integral, quinoa o arroz integral son buenas fuentes de fibra y compuestos vegetales beneficiosos. En comparación con los cereales refinados, estos alimentos ayudan a reducir la inflamación en el organismo. Cambiar las harinas blancas por integrales es un gesto sencillo con efectos reales y potentes sobre la salud.

Cómo potenciarlo: prepárate “boles” con grano integral + legumbre + verduras + AOVE: saciedad, energía estable y menos picos glucémicos.
Un ensayo clínico en humanos mostró que una dieta rica en fermentados (kefir, yogur, kombucha, kimchi, chucrut, miso) aumentó la diversidad del microbioma y bajó marcadores inflamatorios en 10 semanas. Incluye una o dos raciones diarias si te sientan bien.

Cómo potenciarlo: combínalos con fibra (fruta, avena, semillas) para alimentar a las bacterias beneficiosas y promover ácidos grasos de cadena corta, metabolitos con efectos inmunorreguladores.
Cúrcuma (curcumina) y jengibre destacan por su perfil antiinflamatorio; el jengibre ha mostrado beneficios modestos en dolor articular en varios ensayos. Úsalas a diario en sopas, salteados o infusiones.

Cómo potenciarlo: ver combinaciones clave más abajo (pimienta negra y grasas saludables).

Combinaciones que multiplican el efecto

Trucos de cocina y timing

Prioriza técnicas suaves: vapor, plancha corta, horno moderado, guisos lentos. Evita quemados y carbonizados; marinar carnes con hierbas/ácidos (romero, orégano, limón) reduce la formación de compuestos indeseables (HCA/PAH) al cocinar a alta temperatura.

Aliña sin miedo (bien elegido): una cucharada generosa de AOVE en ensaladas y verduras no solo da sabor: mejora la absorción de carotenoides (luteína, licopeno, betacaroteno) y vitaminas liposolubles.

Planifica el plato antiinflamatorio 3‑2‑1: 3 colores vegetales + 2 fuentes de fibra (p. ej., legumbre y cereal integral) + 1 grasa saludable (AOVE, frutos secos o aguacate).

Patrón por encima de “superalimentos”: lo que mejor funciona, según la evidencia, es el estilo mediterráneo: plantas en el centro, AOVE, pescado, legumbres, frutos secos y fermentados, con pocos ultraprocesados.

(Fáciles y de “alto rendimiento”)

Desayuno: kéfir con arándanos, avena integral y nueces + cúrcuma y canela espolvoreadas.
Comida: bol mediterráneo de quinoa integral, garbanzos, brócoli al vapor con mostaza en polvo, rúcula, tomates y aliño de AOVE y limón.
Cena: sardinas a la plancha con perejil y limón; ensalada de tomate templado con AOVE y pimienta negra; rebanada de pan 100% integral.
Extra “comfort”: infusión de jengibre fresco y cúrcuma con un toque de pimienta negra tras la cena.
Para apagar la inflamación de base, reduce ultraprocesados, azúcares añadidos, refinados y exceso de carnes procesadas.

Cambios sencillos —más plantas, integrales, AOVE y pescado— marcan la diferencia.

Ningún alimento, por sí solo, “cura” la inflamación. Pero una rutina que sume pescado azul, AOVE, frutas y verduras (con especial cariño por crucíferas y frutos rojos), integrales, legumbres, fermentados y especias —más movimiento regular, buen descanso y manejo del estrés— es una estrategia potente y sostenible para esta etapa.

Si tomas anticoagulantes, tienes patologías de base o piensas en suplementos (curcumina, por ejemplo), consulta con tu profesional sanitario para personalizar dosis e interacciones.
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