
La piel cambia con los años. No por capricho, sino porque las hormonas mandan. Cuando descienden los estrógenos, baja la producción de lípidos, se reduce el colágeno —hasta un 30 % en los primeros cinco años de la menopausia y alrededor de un 2 % extra cada año (según estudios de la AAD: American Academy Dermatology Association)— la capacidad de retener agua se resiente. Esto por supuesto, además, depende del estilo de vida, del biotipo, del fototipo de nuestra piel, la exposición solar...
El resultado es una piel más fina, más seca y con arrugas que se marcan rápido. Añade posible acné adulto, la llegada de los sofocos y ya tienes el cuadro completo.