
Todas tenemos un ritual matutino: abrir los ojos, tantear el móvil en la mesilla y, con el primer rayo de conciencia, caminar casi en piloto automático hacia la cafetera. Ese aroma que invade la cocina parece la única razón por la que una se levanta de la cama. Y no vamos a negarlo: el café es un placer y, para muchas, un pequeño acto de amor propio.
La buena noticia es que nadie te lo va a quitar. La mejor noticia es que, colocándolo en el momento correcto, ese placer se convierte además en una estrategia metabólica de primera.
Sí, el título es claro: la taza o el vaso de café se quedan, pero se mueven. En lugar de ser el interruptor que enciende tu día, pasará a ser el premio que llega después de alimentar a tu cuerpo con algo sólido y, por supuesto, proteico.
Podríamos quedarnos con el consejo y ya, pero sabes que aquí nos gusta entender el porqué. Así que prepárate para descubrir cómo un pequeño ajuste en tu horario de cafeína puede traducirse en menos estrés, mejor regulación de glucosa y energía más estable.