
Cuando el termostato interno se dispara, las noches se estiran y la piel parece tener vida propia, la aromaterapia emerge como un aliado natural que baja el volumen del caos hormonal.
Lejos de vender milagros, los aceites esenciales se han ganado un lugar como cómplices discretos —pero potentes— frente a sofocos, insomnio, sequedad o esos vaivenes emocionales tan imprevisibles. ¿Y hasta dónde llegan sus beneficios?