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Tu cerebro en la menopausia. Lo que de verdad pasa ahí dentro

10 min

No es “estar fatal”: tu cerebro está ajustando conexiones. Te contamos qué pasa y cómo ayudarlo.

¿Te ha pasado? Entras en una habitación y, de golpe, ¿a qué venías? O te pones a buscar las gafas y… las llevabas en la mano. A eso lo llamamos niebla mental. A veces llega con un vaivén emocional: días de ansiedad sin motivo o esa sensación de desconexión, como si la mente estuviera en otra parte. Tranquila: no te estás volviendo loca ni perdiendo facultades. Tu cerebro se está adaptando. Y lo ha hecho siempre: no es estático, cambia contigo.

Cuando cambian las hormonas, el cerebro reordena conexiones y prioridades para lo que toca. El cerebro se recoloca cada vez que las hormonas cambian de verdad: deja de priorizar algunas rutas y refuerza otras según lo que la vida le pide:

En este artículo vamos a contar qué ocurre en tu cerebro a partir de los 45–50 años

Qué son las conexiones y por qué importan, cómo la caída hormonal influye en tu plasticidad cerebral, qué síntomas puedes notar cuando tu cerebro anda en plena remodelación (¡hola, niebla mental!), qué factores de la vida diaria las refuerzan o las debilitan y, por último, recomendaciones prácticas para cuidar tu salud cerebral en esta etapa. ¡Vamos a ello!

Conexiones y reconexiones: así se mueve tu cerebro, en versión sencilla

Piensa en tu cerebro como una gran ciudad en movimiento. Las neuronas son luces encendidas; las conexiones, carreteras y puentes que las comunican. Cada idea, cada decisión, cada recuerdo es tráfico circulando por esas vías. Ese ir y venir es la sinapsis: pequeñas chispas eléctricas y químicas que hacen posible lo de cada día —entre muchas otras funciones— la memoria que te sostiene, la atención con la que trabajas, el lenguaje con el que te explicas y el ánimo con el que te levantas.
Lo extraordinario: esa ciudad no está terminada. Lejos de lo que se creía, el cerebro adulto tiene plasticidad. ¿Y qué significa eso? Que tu cerebro puede cambiar su propio cableado: abre rutas nuevas cuando aparece la novedad (un idioma, un baile, un reto distinto), convierte en autopista lo que repites porque te importa y deja en calle estrecha lo que apenas usas. Si un camino se corta, no es el fin: tu “neuro-GPS” recalcula. La plasticidad es como la flexibilidad de un músculo: cuanto más lo entrenas, mejor responde; si lo abandonas, pierde tono… pero puede recuperarlo.

Y aquí la clave: esta red no funciona en el vacío. Depende de señales químicas, de tu sueño, tu alimentación, el movimiento, el estrés… y, sí, de tus hormonas.

Lo que notas cuando las hormonas bajan el volumen

En la perimenopausia, las hormonas dejan de ser regulares: suben y bajan a trompicones hasta que, con la llegada de la menopausia, se estabilizan en un nivel más bajo. La ciencia lo confirma: las imágenes cerebrales muestran cambios en la comunicación entre áreas, en la densidad de las conexiones y en la forma de usar energía.

Ahora bien, lo que en los estudios se ve tan nítido, en la vida real se traduce en síntomas. Y son los primeros que notamos. Muchas mujeres lo explican como si el Wi-Fi mental fallara: a ratos conecta, a ratos se corta.

Hay varias, y son bastante reconocibles

El cerebro no se queda en blanco: se reorganiza
Después del sube y baja de la perimenopausia, el cerebro no se queda en blanco: se reorganiza. Muchas mujeres cuentan que, tras esos años de niebla, vuelven a sentir la mente más clara… e incluso descubren nuevas fortalezas.

Lo que ocurre por dentro es una redistribución de recursos. La memoria práctica y la concentración encuentran rutas más eficientes; los circuitos emocionales se estabilizan y esas reacciones más marcadas pierden intensidad. También cambia la forma de gastar energía: el cerebro aprende a rendir con menos “gasolina hormonal”, pero de manera más afinada.

Y hay un giro interesante: ganan peso las redes que alimentan la empatía, la cooperación y el propósito vital. Ya no tiene que estar preparado para la fertilidad ni en alerta constante; ahora las prioridades son otras.

En resumen: el cerebro se rearma para la segunda mitad de la vida, con un mapa distinto, pero igual de potente.

Igual que un jardín florece o se marchita según lo cuides, tus conexiones cerebrales también dependen de tus hábitos.

En la menopausia, con las hormonas en otra frecuencia, estos factores marcan aún más la diferencia:

Cómo aliviar el estrés crónico. Más fácil decirlo que hacerlo, lo sé, pero cada gesto cuenta

Son palancas fáciles de entrenar y con efecto inmediato.

Y si la ansiedad o el ánimo bajo no ceden, pedir ayuda profesional es clave. No es una debilidad: eso ya quedó en otra época.

El cerebro también se entrena

Igual que un músculo, si lo usas se fortalece; si lo dejas parado, pierde fuelle.

Mantenerlo activo y curioso refuerza las conexiones que ya tienes y abre otras nuevas. La clave está en salir del piloto automático: leer, aprender algo nuevo, resolver un crucigrama, probar un idioma, tocar un instrumento… incluso algo tan simple como cambiar la ruta de siempre para ir al trabajo. Cada novedad obliga al cerebro a crear circuitos alternativos y lo hace más resistente.

Ojo: no hace falta apuntarse a un máster a los 50 si no te apetece. Lo que importa es mantener viva la curiosidad. Cada vez que ejercitas la mente, es como mandar a tus neuronas al gimnasio. Y al revés: si las dejas en el sofá día tras día, pierden agilidad.
¿Te gustan los rompecabezas o los sudokus? Perfecto, haz alguno cada semana. ¿Siempre quisiste aprender a tocar la guitarra o hablar italiano? Nunca es tarde. También valen cosas más pequeñas: un curso de cocina, un club de lectura, juegos de mesa estratégicos o incluso improvisar un baile en casa. Y ojo, también socializar reta al coco (conversar, empatizar, reír con amigas es excelente ejercicio mental).

Lo importante es darle retos a tu cerebro, aunque sean pequeños. Esos micro-desafíos diarios despejan la niebla mental.

Como dice Catalina Hoffmann, creadora del neurofitness: “La píldora de la eterna juventud es la curiosidad”.
Como ves, hay muchos hilos que puedes mover en tu vida cotidiana y que influyen directamente en la salud de tus conexiones neuronales. La diferencia entre una mente lúcida y una constantemente nublada muchas veces reside en pequeños cambios sostenidos en el tiempo.

Este es el momento perfecto para decidir cómo quieres vivir tu “nueva temporada”.

Por último, un apunte importante: si tus síntomas cognitivos o emocionales son muy intensos y te impiden vivir con normalidad, busca apoyo profesional. Pedir ayuda es también una forma de cuidarte. No normalices pasarlo mal.

2 ejercicios fáciles para devolverle foco a tu cerebro

Conceptos clave
• Tu cuerpo es la palanca más rápida para despejar tu mente
Mejor poco y constante que mucho y a trompicones

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