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¿Notas algo ahí abajo y no sabes qué es? Tiene nombre: Prolapso

10 min

Si nunca antes habías oído hablar de prolapso

Irónicamente, a pesar de afectar a muchísimas mujeres, seguimos tratándolo como un secreto incómodo: vergüenza, desconocimiento y un silencio histórico alrededor de la salud del suelo pélvico.

Ese silencio aún pesa: muchas lo viven pensando que es “cosa de la edad” o que toca aguantarse. Error. Es hora de quitarle el velo, entenderlo y hablar de ello sin tapujos.

Porque si notas peso abajo, un bultito en la vagina, fugas de orina o molestias al final del día, podría ser prolapso. Y no, no es un castigo ni una condena: tiene solución. Como resume la Dra. María Eugenia Rivera, médico rehabilitadora: “El prolapso es frecuente, tratable y no tiene por qué definir tu vida sexual ni tu autoestima; eso sí, hay que tratarlo, y cuanto antes, mejor.”

Este artículo va de eso: de información clara, cero tabúes y un plan realista para que vuelvas a moverte, reír y disfrutar sin miedo.

Sin eufemismos, por favor

El término prolapso se refiere al descolgamiento o “caída” de uno o varios órganos pélvicos de su posición habitual hacia la vagina.

En otras palabras, los músculos y ligamentos del suelo pélvico –esa “hamaca” interna que sostiene útero, vagina, vejiga, uretra, intestino y recto– se debilitan o lesionan, y entonces alguno de esos órganos se va de excursión hacia donde no debería. Puede ser el útero (lo que nuestras abuelas llamaban “matriz caída”), la vejiga, el recto, o incluso varios a la vez.

En casos avanzados, el órgano puede sobresalir por la abertura vaginal (sí, asomar por fuera, tal cual). Suena terrorífico, pero no entres en pánico: suele suceder gradualmente y no es una condición mortal, aunque sí puede ser muy molesta.

¿Por qué se nos descuelga todo?

Te estarás preguntando: “¿Por qué demonios pasa esto?” 😅

El prolapso no sucede de la noche a la mañana por mala suerte; suele ser el resultado de años de presión y cambios en nuestro cuerpo. Las causas y factores más comunes son:

¿Cómo saber si podrías tener un prolapso? 👀

Lo que se siente (físicamente)

Los síntomas pueden variar mucho según qué órgano esté involucrado y qué tan avanzado esté el asunto. Algunas mujeres ni se enteran en estadios leves, mientras que otras sienten molestias claras. Los signos y síntomas más comunes son:

Mente, sexo y autoestima

El prolapso no solo pesa en el cuerpo; pesa en la cabeza. La vergüenza y el silencio hacen de amplificador: te preguntas si “estás rota”, si “así es hacerse mayor”, y tu autoestima se encoge. No lo estás. No es un castigo, es una condición frecuente y tra-ta-ble.

En la intimidad, el miedo al dolor, a “estar más holgada” o a una fuga puede congelar el deseo. La tensión anticipatoria apaga el placer y te aísla, aunque muchas parejas ni lo noten.

En la agenda diaria, empiezas a recortar vida: dejas el gimnasio, cargas menos, filtras planes por si no hay baño cerca y coleccionas “trucos” en secreto (compresa por si acaso, ropa ajustada para “sujetar”, beber menos…).

El problema del silencio es que te convence de que eres la única.

No lo eres.
Se estima que afecta a 1 de cada 4 mujeres entre 40-49 años, a 1 de cada 3 entre 60-69 años, y a casi la mitad de las mujeres de 80-89 años. ¡La mitad! Eso sin contar grados leves que ni se diagnostican. O sea, hay millones de mujeres pasando por lo mismo. Cuando lo nombras, baja la ansiedad y se abren soluciones. Como dice la Dra. María Eugenia Rivera: “No normalices lo que te limita. Pide ayuda y vuelve a tu vida —y a tu placer— sin tabúes.”

De ejercicios a cirugía (y no, no todo es bisturí)

La buena noticia es que hay múltiples tratamientos para el prolapso, y no siempre implican cirugía.

El objetivo del tratamiento es corregir o reducir el prolapso y aliviar los síntomas, devolviéndote calidad de vida.

La estrategia ideal depende de la severidad del caso, tu edad, si quieres tener (más) hijos, tu estado de salud general, y francamente, de lo que tú quieras (tus preferencias importan).

Vamos a repasar las opciones, empezando por las más conservadoras hasta las más invasivas.

Tratamientos conservadores (¡a fortalecer ese suelo pélvico!)

Hay un momento en el que el cuerpo pide algo más que fisioterapia, hábitos y pesario. No es rendirse; es elegir una solución estructural cuando los síntomas mandan.

“La cirugía no es castigo ni última estación: es una opción más para recuperar comodidad y libertad”, resume la Dra. María Eugenia Rivera.

Suele plantearse cuando el prolapso asoma de forma habitual, interfiere en la vida diaria o persiste el dolor, la dificultad para orinar/defecar o la molestia a pesar de un buen manejo conservador.

¿De qué hablamos cuando hablamos de cirugía de prolapso?

De recolocar y sostener, con la menor agresión posible, aquello que cedió. No hay “una operación” universal, sino familias de técnicas que se eligen según qué órgano desciende (vejiga, útero, recto, cúpula) y tus prioridades (actividad, sexualidad, proyectos reproductivos, tolerancia a materiales). “No existe la mejor cirugía en abstracto; existe la mejor para ti”, insiste la doctora.
Estas cirugías suelen hacerse por vía vaginal o laparoscópica (mínima invasión).

La recuperación varía, pero en general unas pocas semanas de reposo relativo y nada de levantar peso por un buen tiempo.

Como toda cirugía, conlleva riesgos: sangrado, infección, daño a vejiga/recto cercanos, o que el prolapso reaparezca en unos años. Por eso, la decisión quirúrgica se toma valorando beneficio vs riesgo en cada caso.

Pero ten por seguro: si tu prolapso te impide vivir normalmente, la cirugía existe y puede devolverte la comodidad. No es ningún castigo divino vivir para siempre con eso; hay solución médica.
¿Y esos tratamientos “modernos” de los que se habla? Láser y radiofrecuencia vaginal. En Womanhood somos muy fans cuando están bien indicados: van genial para la sequedad, el dolor en las relaciones, la irritación/ardor, las ganas urgentes de hacer pis y los escapes leves. Además, dejan la piel interna más elástica y lubricada. Y si los combinas con cremas de estrógenos o ácido hialurónico y con ejercicios de suelo pélvico y pared abdominal, el efecto se nota aún más. Incluso pueden ayudar con cicatrices de posparto o episiotomías que tiran o molestan.

Esto mejora (y mucho) la mucosa, no sube órganos

Algunas clínicas los promocionan casi como cura mágica, pero no hay evidencia sólida de que resuelvan prolapsos significativos. Así que mucho ojo con las soluciones milagro. Si hay prolapso, el soporte real llega con ejercicio guiado, pesario o cirugía, según el caso. El láser puede ser un buen extra, no el sustituto.

Llegados a este punto, puede que te preguntes: “¿Y qué tratamiento escojo yo?”

La respuesta ideal la encontrarás junto a un especialista en suelo pélvico, evaluando tu caso particular.

En general, se suele empezar por lo menos invasivo: ejercicios, pesario, etc., y se recurre a cirugía solo si es necesario (¡o si tú lo prefieres!). No hay una única receta. Hay mujeres felices usando su pesario 20 años; otras de 50 que dicen “opérenme ya que quiero volver a saltar y correr sin preocuparme”.

Tu cuerpo, tus reglas, pero siempre con orientación médica.

El prolapso no es un secreto vergonzoso ni una condena estética

Es un tema mecánico con solución.
No hay una única vía correcta: hay tu vía.

Como resume la Dra. María Eugenia Rivera: “El objetivo no es aguantar mejor, es vivir mejor.”

Que esa sea tu brújula: volver a reír, correr, estornudar y disfrutar sin miedo.

Tu cuerpo no te frena; te pide plan.

Y ya lo tienes.
¿Cómo se hacen los ejercicios Kegel correctamente?

Los ejercicios Kegel son simples, pero la constancia marca la diferencia. Nuestra experta Mª Eugenia Rivera te enseña en este video descargable cómo hacerlos correctamente para que cada contracción cuente.

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