Los ejercicios Kegel son simples, pero la constancia marca la diferencia. Nuestra experta Mª Eugenia Rivera te enseña en este video descargable cómo hacerlos correctamente para que cada contracción cuente.
El prolapso no sucede de la noche a la mañana por mala suerte; suele ser el resultado de años de presión y cambios en nuestro cuerpo. Las causas y factores más comunes son:
Son el principal culpable. El embarazo y, sobre todo, el parto (en especial si fue difícil, con fórceps/vacuum o el bebé pesó mucho) pueden debilitar y dañar el suelo pélvico.
Cada parto añade papeletas en la “lotería” del prolapso. De hecho, las mujeres con tres o más partos tienen varias veces más riesgo de desarrollar prolapsos que las primerizas.
¿Haciendo fuerza en el baño como si fuera deporte olímpico?
Es un factor muy importante, y se debe a la necesidad de pujar cada vez que acudes al servicio, para conseguir una evacuación completa
La caída de estrógenos tras la menopausia agrava la laxitud muscular y la debilidad de tejidos.Es como si la estructura que sostenía todo perdiera tensión.
Aunque hayas pasado 30 años sin problemas tras tus partos, al llegar la menopausia ese prolapso oculto puede hacerse notar.
¿Tu madre o abuela tuvieron prolapso?
La genética influye. Algunas mujeres heredan tejidos conectivos más débiles o condiciones como síndrome de Ehlers-Danlos o Marfan que predisponen a prolapsos.
En resumen, hay quien tiene “los ligamentos flojitos” de nacimiento.
El exceso de peso es como llevar siempre una mochila llena sobre el suelo pélvico. La presión constante aumenta el riesgo de que con los años todo ceda un poco.
Las mujeres obesas tienen más probabilidad de prolapso (otro motivo más para cuidar nuestro peso, por salud general y por nuestra pelvis).
Por ejemplo, una histerectomía (extirpación del útero) puede predisponer a que otros órganos “ocupen su lugar” y terminen prolapsando, especialmente la cúpula vaginal si ya no está el útero como soporte.
¿Años con tos de fumadora o asma mal controlada? ¿Levantas objetos pesados a diario en el trabajo? Todas estas situaciones aumentan la presión intraabdominal y, con el tiempo, debilitan el suelo pélvico. Incluso ciertos deportes de alto impacto (hola, maratonistas) implican golpes continuos contra el periné. Cada empujón extra es un pequeño empujón hacia el prolapso
El prolapso suele ser multifactorial: una combinación de eventos de la vida (partos, envejecimiento), condiciones de salud y hábitos. Es importante saber que también puede ocurrirle a mujeres que nunca dieron a luz (sí, aunque es menos frecuente, pasa).
Y, atención, ¡no es solo cosa de abuelas! Aunque la edad avanzada aumenta los números, no faltan mujeres jóvenes con prolapso. Estudios muestran que hasta un 25% de las mujeres menores de 50 con síntomas pélvicos pueden tener algún grado de prolapso. Así que nada de “soy muy joven para eso”.
Si tienes los factores de riesgo, puede suceder incluso en la treintena (o antes, en casos raros ligados a genética).
Los síntomas pueden variar mucho según qué órgano esté involucrado y qué tan avanzado esté el asunto. Algunas mujeres ni se enteran en estadios leves, mientras que otras sienten molestias claras. Los signos y síntomas más comunes son:
Es quizá el síntoma estrella.
Puedes sentir una protuberancia suave en la vagina, como si tuvieras algo ahí abajo que no debería estar.
Muchas describen sensación de pesadez en la pelvis, especialmente al final del día o tras estar mucho tiempo de pie.
Otras dicen que sienten que se sientan sobre una pelotita o como si un tampón estuviera mal puesto y medio se saliera. Esa sensación de “tener algo asomando” es un indicio claro.
El prolapso puede venir con un combo de trastornos urinarios:
Por un lado, incontinencia urinaria (pérdidas de orina al toser, reír, saltar... fiesta 😑).
Irónicamente, también puedes tener dificultad para orinar o sensación de que la vejiga no se vacía del todo.
Muchas mujeres terminan yendo al baño a cada rato, o presionándose la vejiga desde fuera para completarla. Si la vejiga está prolapsada, es como si la manguera quedara doblada y costara vaciarla.
De forma similar, un prolapso de la pared posterior vaginal (rectocele) puede causar dificultad para evacuar.
Puede que sientas que no puedes vaciar bien el intestino, o incluso que debas introducir un dedo en la vagina y empujar la pared hacia atrás para ayudar a que salgan las heces. (Sí, suena muy fuerte, pero algunas mujeres descubren este “truco” para manejar un rectocele. Cosas que jamás te imaginarías tener que hacer, ¿verdad?).
Un prolapso significativo puede causar dolor sordo en la parte baja de la espalda o en la pelvis debido a la tensión extra en ligamentos.
No es un dolor agudo, más bien una molestia continua, como un peso arrastrando.
Si hay tejido asomando por la vagina, puede irritarse con la ropa interior o al caminar.
La piel vaginal expuesta se seca y se puede ulcerar (provocando a veces ligeros sangrados o flujo con mal olor).
Este síntoma aparece en prolapsos avanzados, pero es bueno saberlo.
El prolapso puede afectar tu vida sexual de varias formas.
Algunas mujeres sienten dolor en las relaciones sexuales (especialmente con penetración profunda).
Otras notan una sensación de flojedad o “amplitud” vaginal que les impide disfrutar como antes –como si hubiera menos fricción–. Puede costar más llegar al orgasmo debido a esa falta de tensión previa.
También está el tema “ruidos inesperados”: con un prolapso, a veces la vagina hace ruidos tipo flatulencia durante el sexo o el ejercicio (los famosos “pedos vaginales”, que ocurren por la entrada/salida de aire en espacios que no deberían estar ahí). Si te ha pasado, sabes lo embarazoso que se siente, aunque sea totalmente natural.
Todo esto puede minar la confianza en la cama.
Puede haber prolapso y ser asintomático por un tiempo, solo notarse al final del día, o solo durante el sexo.
También es común que inicialmente los síntomas sean leves y vayan in crescendo con el tiempo o con ciertas actividades (por ejemplo, al cargar peso, toser mucho, etc.).
Si sospechas, presta atención a tu cuerpo: ¿Sientes un bultito al asearte? ¿Tienes que cruzar las piernas cuando estornudas por miedo a una fuga de pis? ¿Evitas ciertas posturas sexuales por incomodidad? Esas pistas pueden indicar que algo se está descolgando.
Sí, los famosos Kegel –esos ejercicios de apretar y soltar “allí abajo”– son la piedra angularjunto a los ejercicios demusculatura profunda abdominal,para casos leves y moderados, e incluso como complemento en otros casos.
Fortalecer los músculos del suelo pélvicoy la pared abdominal puede mejorar el soporte de los órganos y aliviar síntomas.
Pero ojo: hacer Kegelsbien no es tan obvio. Muchas mujeres creen que lo hacen, pero en lugar de contraer hacia arriba y adentro, empujan hacia abajo (empeorando el problema). Lo ideal, si eres de las que no lo tienen claro, es acudir a un fisioterapeuta especializado en suelo pélvico. Ellos pueden enseñarte la técnica correcta –a veces con biofeedback, es decir, aparatos que te indican si estás contrayendo como es debido.
Estos son “remedios naturales” que, aunque sencillos, suman puntos.
Por ejemplo, dieta rica en fibra y mucha hidratación para evitar estreñimiento –porque cada sesión eterna en el WC es un estrés para tu suelo pélvico–.
Bajar algunos kilos si tienes sobrepeso, ya que eso reduce la presión constante sobre la pelvis. Evitar levantar objetos muy pesados (y si toca hacerlo, aprender técnicas correctas, apretando antes el suelo pélvico, etc.).
Tratar esa alergia o dejar de fumar para que tus pulmones (y tu suelo de pelvis) te lo agradezcan. Incluso hay detallitos como no estar de pie largas horas sin descanso (si tu trabajo lo exige, intentar sentarte de vez en cuando) o, si el prolapso molesta al final del día, descansar con las piernas en alto un rato para que la gravedad ayude a “recolocar” temporalmente y aliviar la presión.
Todos estos cambios no van a revertir un prolapso grande, pero pueden frenar que empeore y mejorar tus síntomas día a día.
En mujeres posmenopáusicas, a veces el ginecólogo receta estrógenos vaginales (en crema, óvulos o anillo) para mejorar el tono y la salud de los tejidos vaginales. No es que la crema de estrógeno “haga subir” el órgano caído, pero fortalece la mucosa y algo el tejido conjuntivo, lo que puede impedir que el prolapso empeore y aliviar síntomas como sequedad o irritación.
Especialmente si usas pesario (que veremos enseguida), el estrógeno local ayuda a evitar rozaduras y úlceras en la pared vaginal. Es un tratamiento médico sencillo (y al ser local, la absorción sistémica es mínima).
Aquí tenemos al mejor amigo secreto de muchas mujeres con prolapso. Un pesario es un dispositivo de silicona, pequeño y flexible, que se introduce en la vagina para sostener los órganos pélvicos en su sitio.
Piensa en él como un “soporte interno” o una especie de aro/tablita salvavidas para que el útero, vejiga o recto no se vengan abajo. Los hay de muchas formas y tamaños (anillos, donuts, cubos...), y el médico o enfermera te medirá y probará cuál te va mejor.
¿Da cosa llevar eso puesto? La mayoría de las usuarias dicen que ni lo notan una vez colocado correctamente.
Ventajas: Alivia de inmediato la sensación de bulto y las pérdidas de orina asociadas, no requiere cirugía, y lo puedes usar indefinidamente.
Desventajas: Hay que sacarlo y limpiarlo periódicamente (desde diario hasta cada varios meses, según el tipo y recomendación médica). Algunas mujeres aprenden a ponerlo y quitarlo ellas mismas en casa; otras prefieren ir al gine cada cierto tiempo para mantenimiento. También, no todas toleran cualquier tipo –a veces hay que probar varios modelos–. Pero en general, el pesario es una maravilla poco publicitada. Te permite hacer tu vida normal sin sentir que se te cae nada.
Los ejercicios Kegel son simples, pero la constancia marca la diferencia. Nuestra experta Mª Eugenia Rivera te enseña en este video descargable cómo hacerlos correctamente para que cada contracción cuente.